La competición empezó para todos la noche de antes.
Los nervios saltaban en la cama como un niño que no tiene ganas de dormir. “Que no salgan muscle ups, que no me falle la rodilla, uff..seguro que hay que correr, quién me mandará a mi meterme en esto…” Miran el reloj y restan las horas. “Ya queda poco, debería descansar.”
En Condal CrossFit estaba todo listo. Había ilusión, había confianza plena en los atletas y las barras estaban ansiosas por sujetar más quilos que nunca.
Poco a poco el silencio del box era remplazado por saludos y bienvenidas. Las taquillas se llenaban de mochilas echas a más conciencia que nunca. Esa mañana el vestuario de las chicas les devolvía una imagen valiente de sí mismas. Mientras, en el vestuario de los chicos se cerraban las quinielas sobre qué WOD iba a salir.
Correr con sand bags, escalera de hang cleans, sprint agarrando los discos, snatches, remo, saltos dobles, slam balls y saltos al cajón.
CrossFit.
Durante el WOD 1 y el WOD 2 algunos atletas oían su nombre a lo lejos, chillidos de ánimo que restaban peso a su barra y daban impulso a sus piernas. Al terminar, los jueces pedían su firma y veían asombrados cómo apenas eran capaces de sujetar el boli. Todos se dejaban la piel en cada WOD y la hoja de resultados recogía implacable los restos.
Orgullosos estarían muchos de sus profesores de ver cómo atendían a la pizarra al anunciar el WOD final. Casi ni parpadeaban.
Y al acabar, cuando ya todo ha terminado, es cuando ocurre. La mente transforma las dudas, los nervios y las inseguridades en sensaciones únicas. Ya no importa nada, sólo que yo estuve allí, que yo lo disfruté con todos ellos. Fui valiente y al romper mis límites, me volví mejor.